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El dióxido de carbono es un gas inodoro, incoloro e insípido. Se trata de una molécula muy estable y, a priori, no es un gas tóxico, pero sí puede llegar a ser asfixiante por desplazamiento del oxígeno en concentraciones muy elevadas.
La medición del CO₂ es un buen indicador para evaluar la calidad del aire interior de un espacio y de su tasa de renovación de aire.
Partes por millón (ppm) es una unidad de medida de concentración que mide la cantidad de unidades de un compuesto o sustancia por cada millón de unidades del conjunto.
El CO₂ es emitido por los seres humanos y animales en el proceso de respiración. También es el resultado de la combustión de cualquier sustancia con contenido en carbono, de modo que estufas mal selladas u otros procesos de combustión interior, o un exceso de ocupación sin adecuada regulación de la renovación de aire, suelen incrementar los niveles de CO₂.
Un espacio interior con bajos niveles de CO₂ es representativo de un espacio con una adecuada renovación de aire. El aire fresco cuenta con niveles de CO₂ en torno a los 400 ppm.
Niveles altos de CO₂ mantenidos en el tiempo provocan fatiga, malestar, aumento del ritmo respiratorio, somnolencia, falta de concentración y disminución de la productividad.
La principal recomendación es la ventilación, que deberá ser proporcional al ritmo de producción de CO₂ en el interior, principalmente debido a la ocupación de personas y animales o a la presencia de sistemas de combustión (estufas, chimeneas, cocinas, etc.).
En caso de haber calderas o estufas en el interior, es recomendable que sean lo más estancas posibles, facilitar el aporte de aire exterior directo y mantener el tiro alto en los momentos de encendido.