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Nuevas situaciones, como la que estamos viviendo este 2020, traen consigo nuevas oportunidades. La calidad del aire interior ha pasado a ser una prioridad, pero no se debe tratar de alcanzar a cualquier precio. Toda acción que se tome para la mejora de los espacios interiores, debe ser llevada a cabo con garantías y con seguridad.
El caso de la higienización de espacios interiores con ozono es una de esas situaciones. No hay garantías de su eficacia contra el SARS-CoV-2. De hecho, el ozono no está reconocido como virucida por el Ministerio de Sanidad en España y actualmente se encuentra en revisión en la Unión Europea para su uso como desinfectante ambiental.
El ozono (O3) es una molécula compuesta de tres átomos de oxígeno que se forma al disociarse los dos átomos de la molécula de oxígeno (O2) y unirse a otra molécula de oxígeno gaseoso formando el ozono. Es incoloro a temperatura y presión ambiental (aunque a altas concentraciones puede tener una tonalidad azul) y desprende un olor fuerte.
El ozono se encuentra en dos niveles atmosféricos diferentes, con comportamientos distintos.
Por un lado, está el ozono estratosférico, naturalmente situado en la estratosfera, entre 10 y 50 km de distancia de la superficie terrestre. Este ozono se forma por efecto de la radiación solar que rompe las moléculas de oxígeno (O2), combinándose en O3. Forma parte de la capa de ozono, filtrando la mayor parte de la radiación ultravioleta y permitiendo la vida en la tierra.
Por otro lado, encontramos el ozono troposférico, formado por reacción química entre los óxidos de nitrógeno y compuestos orgánicos volátiles debidos a fuentes naturales y contaminación antropogénica, en presencia de luz solar. En este caso, con consecuencias directas para la salud humana por su efecto en la salud respiratoria y envejecimiento cutáneo en exposiciones prolongadas.
Y por último, es también un subproducto en algunos ionizadores, impresoras u otros equipos de ofimática, además de ozonizadores específicos, donde al pasar el aire seco y/o oxígeno puro a baja temperatura a través de un campo eléctrico de alta tensión, disocia las moléculas de oxígeno dando lugar a ozono.
Por su propia naturaleza el ozono es altamente oxidante, motivo por el que ha emergido como posible desinfectante y biocida en espacios interiores para eliminar microorganismos patógenos como virus, bacterias, hongos, moho, esporas u olores desagradables. Sin embargo, su principal aplicación está más garantizada en el ámbito de la depuración y purificación de aguas.
Por otro lado, debido a su alta inestabilidad, su uso difiere en gran medida de otros gases de aplicación industrial, ya que no puede ser almacenado ni transportado, sino que debe ser generado in situ.
A pesar de ello, su poder oxidante sigue generando interés por su alta capacidad de penetración en espacios cerrados, con una vida de 20 a 60 minutos hasta su total desintegración en forma de oxígeno.
Entonces, si su uso en interiores deriva en la producción de oxígeno, ¿dónde están las principales desventajas?
Los límites establecidos en España para exposiciones laborales de corta duración (VLA-EC) se clasifican en función del tipo de trabajo a desarrollar:
La concentración recomendada por el organismo de salud Health Canada es de 240 < µg/m³ en concentraciones horarias. La OMS establece que cuando la concentración de ozono en el aire que se respira es superior a los 240 µg/m3 durante más de ocho horas, existe un claro riesgo para la salud, ya que reduce considerablemente la función pulmonar, inflama las vías respiratorias y agudiza cuadros previos de asma, además de favorecer infecciones respiratorias.
La legislación española UNE 400-201-94 generadores de ozono – tratamiento de aire – seguridad química, establece exposiciones seguras por debajo de 100 µg/m3.
Al margen de las dudas sobre su eficacia de desinfección, el ozono es de hecho perjudicial para la salud de trabajadores y usuarios debido a su efecto irritante para las vías respiratorias. En altas concentraciones puede causar dificultades para respirar, tos, fatiga, así como irritación y daños en vías respiratorias y pulmonares, por lo que puede empeorar cuadros previos de asma o bronquitis y comprometer la capacidad de combatir otras infecciones o insuficiencias respiratorias.
Como muchos contaminantes, afecta de manera diversa a personas sanas o con patologías previas.
El riesgo es mayor en lugares de alta actividad física, ya que al aumentar la frecuencia respiratoria se inhala una mayor cantidad de ozono que puede derivar en aumentar sus consecuencias respiratorias.
Al igual que con el resto de contaminantes, el ozono no debería localizarse en interiores de manera continuada. Además, su alta reactividad le lleva a reaccionar con otros compuestos, derivando en contaminaciones secundarias. Por ejemplo, la combinación de la presencia de terpenos con ozono en espacios interiores puede elevar las concentraciones de formaldehído.
Por este motivo, es importante evitar la exposición de productos de higiene y limpieza al aire interior, garantizando su almacenamiento con tapones bien cerrados y en lugares adecuadamente preservados y preferiblemente ventilados. De esta manera evitamos que cualquier presencia interior de ozono, ya sea como subproducto, por contaminación exterior o debido al uso de ozonizadores, derive en el aumento significativo de otros contaminantes interiores.
En el caso de utilizar ozonizadores como tratamiento específico se debe realizar una evaluación conjunta del ambiente interior previo a su utilización. Esta permite evitar la contaminación secundaria, así como asegurar su uso sin ocupación y verificar los niveles seguros cuando el espacio vaya a ser ocupado de nuevo. De cualquier manera, el ozono no es efectivo para eliminar contaminantes en fase gas (como dióxido de nitrógeno) o partículas.
Por ello, desde inBiot recomendamos que cualquier intervención en la que se vaya a emplear el ozono se complemente con monitorización y evaluación de su concentración en un espacio interior.
De este modo se puede constatar que no haya una exposición sinérgica y acumulativa a diferentes contaminantes con el riesgo que supone. Así podremos garantizar espacios ocupados libres de ozono y asegurar que cualquier estrategia esté siempre acompañada de una adecuada renovación de aire.
Porque la salud debe venir de la mano de la seguridad. Y para ello, el control y evaluación continuos son imprescindibles.