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El CO es un gas incoloro, inodoro e insípido, por lo que una elevada concentración en el aire es indetectable por el ser humano. No produce irritación, pero por su peso molecular similar al del aire, se mezcla y viaja libremente hacia las vías respiratorias con la inspiración. Como consecuencia, alcanza el torrente sanguíneo y se combina con la hemoglobina en sangre, provocando la carboxihemoglobina. Esto ocasiona la pérdida de su capacidad para transportar oxígeno por el cuerpo, lo que impide el suministro de oxígeno a las células a través de la respiración.
El CO se produce por lo general en las combustiones incompletas de petróleo, gas y madera, entre otras. Se considera una sustancia neurotóxica que supone un riesgo de efectos graves para la salud en caso de exposición prolongada por inhalación. Los efectos tóxicos se pueden producir tanto en el sistema nervioso central como en el sistema auditivo.
La OMS establece unos límites recomendados de concentración en espacios exteriores. Se determina un límite de 25 ppm para exposiciones en una hora, y 9 ppm para exposiciones en una jornada laboral de 8 horas. El valor límite ambiental de exposición diaria (VLA-ED) establece en España un máximo de 20 ppm. El valor límite para la protección para la salud humana es también de 9 ppm para una jornada de 8 horas. Con respecto a los límites de exposición en interiores, la certificación LEED establece un límite de 9 ppm en un test de aire previo a la ocupación de una nueva construcción.
En base a los valores recomendados mencionados, se establecen los siguientes rangos de indicadores:
La medición de la concentración de CO en el aire se puede hacer tanto en ppm (partes por millón) como en mg/m3. Aunque MICA recoge los valores en ppm, se puede realizar una conversión a mg/m3, considerando las condiciones del ambiente interior. Para una temperatura de 20 ºC, la conversión a utilizar es la siguiente:
• 1ppm ~ 1.165 mg/m3
El CO se produce principalmente en espacios exteriores por la combustión incompleta de combustibles como el petróleo, la madera, el gas natural, el carbón vegetal y el queroseno. Estas combustiones se producen sobre todo en la industria y el tráfico. Además, también existen emisiones en los espacios interiores debido a combustiones incompletas como las que se dan en las estufas de gas, las cocinas de gas, calderas o chimeneas. El humo del tabaco también es una importante fuente de emisión.
Elevadas concentraciones de CO en el aire son peligrosas para la salud, ya que, al tratarse de una sustancia incolora, inodora e insípida, es imperceptible por los humanos hasta la aparición de los síntomas. Cuando un espacio está libre de CO, se evita la inhalación y como consecuencia, la formación de carboxihemoglobina dentro del torrente sanguíneo. Así, el oxígeno se combina con la hemoglobina sin mayor dificultad, facilitando su transporte y la oxigenación de todos los órganos y tejidos del cuerpo.
El CO está incluido en la lista negra de ISTAS por su clasificación como neurotóxico nivel 4. Estos efectos de toxicidad se vinculan sobre todo al sistema nervioso central y al sistema auditivo. Esta toxicidad se produce por inhalación. Además, puede provocar efectos adversos en los fetos durante el embarazo.
En bajas concentraciones, puede provocar fatiga o dolor en el pecho en personas con insuficiencia cardiaca. En concentraciones moderadas puede generar angina, alterar la visión y reducir la función cerebral. Cuando las concentraciones son muy altas, puede provocar fallos de coordinación, dolor de cabeza, confusión, náuseas, pérdida de la conciencia o incluso la muerte, si la exposición se prolonga durante más tiempo.